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28. Valerián de Hungría
Valerián de Hungría
La Crónica del muy alto príncipe y esforçado cavallero Valerián de Ungría se debe al notario valenciano Dionís Clemente. La única edición conocida terminó de imprimirse el dos de agosto de 1540 en la ciudad de Valencia, a cargo del conocido impresor extremeño Francisco Díaz Romano.
El Valerián de Hungría está compuesto de dos partes. En la primera de ellas se relatan las aventuras de varios héroes: Pasmerindo, rey de Hungría y padre de Valerián; Nestarcio, futuro emperador de Alemania; Menadoro, rey de Bohemia; y Finariel, rey de Francia; además de las intervenciones puntuales de Arismenio, el gran sabio protector. En la segunda parte, bastante más larga que la anterior y mucho más arropada de elementos fantásticos, se refieren las hazañas de Valerián y sus compañeros de generación, siendo el núcleo narrativo fundamental el rapto de Flerisena -dama del protagonista- a manos de la maga Boralda, y la posterior liberación de la joven por mediación del príncipe Valerián.
La obra de Clemente contiene algunos materiales que desarrollan y enriquecen su argumento. Entre muchos otros aspectos, aparecen diversos consejos que redundan en las ideas humanistas de formación de perfectos cortesanos, cuyos ecos provienen del Cortesano de Castiglione y también de los libros de consells, coloquios, relojes y otras obras de carácter pedagógico que aparecieron en la primera mitad del siglo XVI. Cualidades cortesanas que entroncan igualmente con los presupuestos de los regimientos de príncipes que habían florecido en los siglos XIV y XV, con Diego de Valera y su Doctrinal de príncipes a la cabeza. A todo ello hay que añadir las referencias cristianas y erasmistas, constantes por demás en todo el Valerián, que propugnan la figura del príncipe y el caballero como instrumento de la voluntad divina. Sobre ese tenor no hay que olvidar que Clemente formó parte de la cultivada corte de Fernando de Aragón, duque de Calabria, y doña Mencía de Mendoza, la cual se había formado ampliamente en humanidades y había sido discípula de Juan Maldonado y Luis Vives.
Otro aspecto que sobresale en el Valerián es el ámbito de la justicia y el derecho. Entre otros ejemplos pueden verse contiendas testamentarias, como la pugna por la herencia del reino de Thesalia entre la joven Laurela y Dandalio, viuda y primo respectivamente del fallecido rey Vincilario. La referencia directa de este tipo de episodios tiene su apoyatura en la profesión de Clemente, fedatario y escribiente de la corte valenciana. Dentro de este mismo apartado, hay que citar los diversos salteadores que surgen en el Valerián, los cuales cumplen una función antagónica dentro del relato, al mismo tiempo que son exponentes de un hecho real que atenazaba a la población de aquella época. La existencia de ladrones de caminos era común desde varios siglos atrás, si bien el bandolerismo, como fenómeno mucho más complejo, se desarrolló a finales de la Edad Media y principios de la Moderna, siendo en la Corona de Aragón donde mayor incidencia alcanzó. Respecto al reino de Valencia, los historiadores sitúan el inicio del bandolerismo organizado en el siglo XIV. Posteriormente fue transformándose en una delincuencia hábilmente dirigida por intereses particulares, lo que parecía estar justificado por los viejos privilegios forales, los Furs, donde se reconocía el derecho de la lucha armada entre los nobles que se hubieran desafiado, guerras llevadas a cabo por medio de los bandos o bandosidades.
A la zaga de los modelos caballerescos del Amadís y del Tirant, el Valerián vierte en sus páginas diversos aspectos que reflejan la sociedad y la cultura valencianas del quinientos, exponiendo en breves insinuaciones el contexto bélico y religioso de la Europa de Carlos V, Francisco I y Lutero. Y en él se encierran también fabulosas aventuras sobre cámaras encantadas, castillos venturosos y libros mágicos que hubieran hecho las delicias de Alonso Quijano.