Si Cervantes dotó a sus personajes de una expresividad verbal particularmente rica, no dejó de conceder importancia a la puesta en escena del cuerpo y de los gestos en El Quijote. El cuerpo que participa de la definición de los personajes y permite que se expresen y comuniquen llega a ser el lugar privilegiado de la tensión entre el querer ser y la realidad. La inadecuación entre los gestos y la situación, el desfase entre el decir y el hacer dan lugar a un juego constante en que se trasluce la fina ironía cervantina. Así la escritura del cuerpo pasa a ser el cuerpo de la escritura. La imagen del cuerpo, que no sólo se elabora a partir de los libros de caballerías con una intención paródica sino que remite a otros géneros literarios, a los manuales de urbanidad y a los tratados de medicina, evidencia la labor creativa y recreativa de Cervantes.
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